Nunca he sido la persona más ordenada… Y el tema siempre es como el elefante blanco que todos ignoran en reuniones familiares. Minimalismo va, minimalismo viene, y con él todas las modas y métodos para ayudar a las personas que (como yo) no parecen llevarse bien con el concepto de tener las cosas en orden.
En mis esfuerzos por encajar de una u otra forma (además de satisfacer mi curiosidad por ver qué traería a mi vida), he leído cuanto artículo encuentro o se me pone enfrente para que me de ese empujoncito a iniciar con el cambio.
El más reciente que he leído es el llamado “KonMari Method” que toma las siglas del nombre de su creadora, la japonesa Marie Kondo, y está enfocado en que tengas y mantengas tu casa ordenada, sólo con las cosas que te hacen feliz.
Según se describe en su página de Internet, “las personas se sienten atraídas por esta filosofía no sólo por su efectividad, sino porque le da mucha importancia a ser consciente, introspectivo y optimista”.
Por otro lado, hay estudios que demuestran que las personas desordenadas tienden a ser más creativas en sus actividades, tanto en la agenda particular como en la laboral.
Un experimento llevado a cabo por la psicóloga y científica Kathleen Vohs y sus colegas de la Universidad de Michigan, concluyó que los ambientes desordenados parecen inspirar la ruptura de lo tradicional, lo que puede llevar al surgimiento de ideas nuevas e ir más allá de lo esperado o estipulado. En contraste, según comenta Vohs en su artículo, los entornos ordenados fomentan lo convencional e ir a lo seguro, acatando sólo lo que les fue pedido.
Obviamente, si uno es medio desordenado y aparte, se considera creativo, pues dice “¡ya la hice!” y que los demás le hagan como puedan… ¡Pues no!
En lo personal, siento que es como curarse en salud. Y es que uno no está solo: vive y es parte de una sociedad en la que el orden es importante. Como bien dijo nuestro Benemérito de las Américas, Don Benito Juárez: “El respeto al derecho ajeno, es la paz” y más allá de respetar las leyes (necesario para tener libertad, claro), si sacrificar un poco de mi desorden le va a dar felicidad a las personas que quiero, ¡va! No pasa nada, y sirve que evito convertirme en uno de esos casos de gente acaparadora de cosas y energía muerta, que es lo que menos necesito en mi vida.
A como lo pinto, han de pensar que sí soy un caso para intervención, pero aún no llego a ese punto… ¡Gracias a Dios y al Universo!
Si conoces a alguien a quien le pueda ayudar, aquí va lo que se puede hacer en una manera muy resumida. Según KonMarie, para ordenar tus cosas (ya sea ropa, documentos e incluso fotos) hay que sacar todo y tirarlo al suelo. De ahí, vas tomando lo que te sirve y te hace feliz. A lo demás, le agradeces su servicio (sí, le agradeces) y después lo donas o lo vendes. Ahora que se pusieron muy de moda y hay mercaditos por todos lados, busca el más cercano u organiza uno con tus amigas, y aprovecha ese ambiente que se genera en un absoluto ganar-ganar para hacer esas pequeñas pero significativas transacciones.
Ya en este renglón del escrito, que debo decir ha sido muy terapéutico, he llegado a la conclusión de tomar lo mejor de las dos tendencias. Total, al final del día lo que aprendí es que hay que quedarse con aquello que nos haga felices. Lo demás, ¡adiós!
Creo que eso aplica aún más allá de los papeles y la ropa, ¿no crees?
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