Hola a todas, empecemos por qué nos trae a leer este nuevo blog. Cuando recibí la invitación se me ocurrieron muchos temas, de los cuales compartiré más adelante, así como consejos, anécdotas, recomendaciones tanto positivas como negativas.
Para empezar, esta primera vez, que es mi debut y espero cumpla las expectativas, les compartiré mi perspectiva sobre una persona que, en los cumpleaños, no es festejada.
Sí, eso lo aprendí a pulso. El día que me alivié de mi niña, solo una persona llegó al hospital con un detalle para mí, el resto fueron detalles para la recién nacida. Sus palabras fueron “Gaby, en realidad tú eres mi amiga, tú estás recién operada y pues a tu hija eventualmente la voy a querer”. ¡Qué gran detalle! Cuando vamos a visitar a personas al hospital por otros padecimientos se acostumbra a llevar un detalle; pero cuando es un nacimiento, nos centramos en los recién nacidos, que es muy válido, aun si dejamos a un lado a la madre.
Durante el primer año de mamá primeriza, las noches son eternas y las siestas de los hijos son un abrir y cerrar de ojos para nosotras. Todo se polariza hacia el extremo que no deseamos, emociones de mucho drama, enojo, desesperación, hambre, falta de sueño, tiempo para nosotras. Aunque es el instinto maternal el que nos nace y nos mueve a reaccionar, aun sin saber de dónde nos sale la energía, aceptémoslo, tarde que temprano causa una frustración el no saber qué hacer. De ahí pasas los días, semanas, meses y llega el primer cumpleaños de la criatura. Festejamos al niño, es lógico, es su cumpleaños y es lo deseado.
¡¡¡ALTO AHÍ!!! ¿y la mamá? ¿y el papá?, sí ¿dónde quedan?…
Es un festejo de cumpleaños de los hijos, pero también es un aniversario para los padres: cumplimos años de ser papás. Sí, cumplimos años de estar haciendo la labor de crianza, con temores, inseguridades, logros, avances. No quiero verme egoísta, tal vez no sabemos qué estamos haciendo y solo hacemos lo posible por ver nuestros hijos sanos, felices y desarrollándose. Seamos realistas, no quiero ser feminista ya que no es la intención, pero uno cuando se convierte en madre, deja a un lado o le da menos importancia a su persona. Sin embargo, no se deja de ser hija, hermana, esposa, amiga, profesionista, solo le agregamos a nuestra vida otra profesión. Podría decirse que es una profesión para la cual no se estudia, no se evalúa hasta que, en tu graduación, en lugar de recibir un diploma te entregan a tu retoño en brazos. Es ahí cuando uno empieza la travesía de su vida.
Cuando alguien se gradúa de una profesión, después de ciertos años es habitual que haya junta de generación de 10 años. Pero, cuando nuestros hijos cumplen años ¿quién nos festeja? ¿quién llega y te dice: “¡felicidades por cumplir 10 años de ser mamá o papá!”?
Los padres, más que el reconocimiento y la fiesta, creo que a veces solo necesitamos a personas a nuestro alrededor que nos digan: “¡haz hecho un buen trabajo!” “van por buen camino, sigan así” o si es el caso “no duden en su labor de cada día, están formando hijos extraordinarios”. Se necesita, y aparte es agradable, reconozcámoslo, un halago de esa magnitud, considerando todo el panorama , incluso da cierta la tranquilidad de que todo ha valido la pena.
Esta profesión, quienes tenemos la dicha de ejercerla, aunque es mayor el sacrificio, , es la nos causa más satisfacción. Es el eterno motor que nos mueve a hacer cosas que jamás pensamos lograr y que ni siquiera sabíamos que teníamos la energía de llevarlas a cabo.
Tenemos que hacer un balance de todo lo que conlleva el hecho de convertirnos en mamás, sin dejar a un lado el ser padres, ya que con el ritmo de vida y las múltiples actividades propias y de la casa, sacrificamos nuestro tiempo en los demás.
Creo que es muy válido y merecido “soltar la toalla” de vez en cuando, salir a cenar en silencio; tener un momento de pareja o de plática de adultos, sin mencionar temas de hijos/casa, incluso hacer un viaje express. Se nos olvida que nosotros teníamos vida propia antes de convertirnos en mamás. Así mismo, se requiere, por salud mental, tener un escape y dedicarnos tiempo a nosotras, sin sentir la culpa de casa, sin sentir culpa de “me compre una blusa y con esto pude a haber comprado ropa para hijos”.
Solo quiero compartir que, al menos a mí me ha funcionado,debemos darnos nuestro tiempo, un respiro, como quiera nuestro trabajo es y será interminable. En mi experiencia, tengo una hija de 7 años, y a veces siento que llevo una vida a su merced. Luego algunas amigas con hijos mayores dicen: “tranquila, apenas vas empezando”, “eso no es nada, espera a que cumpla quince”. No se dan cuenta de la frustración que causan sus comentarios… ¿voy empezando? ¿pubertad? ¿maquetas? ¿mas clases por la tarde?. Luego, solo pienso para mí misma, ¿qué me espera?¿qué me falta por descubrir?. Siento que cada año subo y bajo la muralla china, cada año es una montaña rusa que en su momento me pasa en cámara lenta, pero cuando hago memoria y es como si hubiera pasado en 3 días. Créanme salgan con sus maridos, amigas, vecinas, solas, con adultos. Si dijera que nuestro mundo no gira en torno a los hijos, les mentiría. Solo que vale la pena, una que otra vez, salir de esa órbita para disfrutar la vida de otra forma, así como se disfruta ver a los hijos en un festival.
Les dejo como consejo llevar detalles a los nuevos padres al hospital, no solo al recién nacido. Felicítenlos en los cumpleaños de sus hijos. Compartan un comentario de motivación de vez en cuando. Finalmente,
la tarea será, escaparnos, para tomarnos un tiempo para nosotras, disfrutar a la pareja, amigos, familiares y demás personas que nos rodean.
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