Como toda buena mamá gallina siempre aplaudo cada paso que dan mis hijas, diciéndoles cosas como: “Bravo, estoy muy orgullosa de ti”, “Te mereces un premio”, “Súper bien, ¡WOW!”, “Me encantó tu dibujo”, “Te quedó padrísimo, es mi favorito”. Todo con la intención de motivarlas, de mejorar su autoestima, su seguridad, etc. Siempre con la mejor de las intenciones.

Hoy entiendo la diferencia entre alentar y alabar: Alabar es lo que yo estaba haciendo, recompensar constantemente. Es muy fácil para nosotros como adultos darles premios a nuestros hijos. De esa forma se mantienen contentos y hacen lo que nosotros les decimos que tienen que hacer. Un premio por todo, por recoger su cuarto, por ayudar a recoger la mesa, por salir en el festival…. y así puede continuar la lista.

Alentar es diferente. Un niño necesita aliento como una planta necesita agua. Necesitan ese aliento para saber que son queridos sin importar qué hagan o quiénes sean, que son valorados sin ser juzgados solo por ser quienes son. Les enseñas que los errores son oportunidades de aprender y crecer, en vez de algo de lo que puedan avergonzarse. Los niños que se sienten alentados tienen amor propio y sentido de pertenencia.

Poco a poco he ido cambiando la manera de “alentar” a mis hijas. Al principio me costaba mucho dejar de aplaudirles por todo, ya que lo hacía en automático. Pero como cualquier otro cambio, toma tiempo, esfuerzo y dedicación.

Por ejemplo, en vez de decir: “Estoy tan orgullosa de ti” (que centra toda la atención en mí y llevaría a mi hija a hacer las cosas por hacerme sentir orgullosa), debería decir: “debes estar muy orgullosa de ti misma”, o “¿cómo te sentiste por haberlo logrado?” Alentarlos les enseña a creer en ellos mismos y en que pueden hacer las cosas.

Sobre los premios, hay que procurar dar los menos posibles. Para mí no todo puede ser blanco o negro, y sigo dándoles de vez en cuando algún premio pero no como antes. Esto les ayuda a creer en ellas mismas y no hacer las cosas solo por la recompensa del premio. No queremos que el mensaje sea: “Está bien sólo cuando los demás dicen que está bien”, ni que traten de evadir los errores en vez de aprender de ellos. Un error siempre es una maravillosa oportunidad para que aprendan.

 

No les voy a decir que es fácil, todo lo contrario. Al principio me causaba mucha frustración. Lo que uno quiere es que dejen de llorar cuanto antes, ¿o no? Por ejemplo, imaginen la escena: Vamos en el carro y en cuanto se suben les pido a mis hijas que se abrochen el cinturón de seguridad. En automático, un llanto de “No puedo mami, está muy duro”. Antes, me bajaba rápido para abrocharla y que dejara de llorar. Le resolvía de inmediato su problema. Ahora, respiro paciencia y le digo “Tienes razón que ese cinturón es un poquito duro, pero tú eres muy buena resolviendo problemas….intenta hacerlo despacio y con fuerza, aquí te espero”. Les confieso que el llanto siguió y siguió las primeras veces hasta que poco a poco ella sola encontró la manera de hacerlo.

Ahora que lo logró hacer sola, cada que lo hace me dice “Mira Mami que bien me abroché el cinturón”. A lo que le respondo, aguantándome las ganas de gritar “WOW lo haces súper bien”: “Si mi amor, ¿te acuerdas qué hiciste para lograrlo?” También conecto esta experiencia con otras cosas con las que se va topando que necesita trabajar: “Te acuerdas cómo no podías abrocharte el cinturón y después de intentarlo muchas veces encontraste la forma de hacerlo?, bueno estoy segura que para esto también vas a encontrar una manera.”

 

Al final del día lo más importante es asegurar que nuestros hijos se formen para la vida. Siempre que puedas, recuérdale a tus hijos que los amas tal y como son, sin importar qué. Te invito a hacerte más consciente de la forma en la que celebras su esfuerzo y comportamiento. De esta manera amplificarán de manera natural esos comportamientos positivos y, a la vez, desarrollarán habilidades para la vida como tolerancia a la frustración, empatía y perseverancia.

Para mas temas sobre disciplina positiva para padres les recomiendo mucho el libro “Positive discipline A-Z, 1001 solutions to everyday parenting problems”, de Jane Nelsen, Lynn Lott y Stephen Glenn. En este libro encuentras de forma puntual soluciones basadas en disciplina positiva para los problemas que enfrentamos día a día como padres.

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